Los orangutanes no saben describir ni el sistema hexadecimal, ni la gramática del rechazo.
Aunque su biología sí que les permite diferenciar un número en base 16, de una mona muy mona que ignora sus largas pestañas gesticulando deseos poco decorosos en determinadas sociedades animales.
A veces las teorías complican sobremanera cumplir con las espectativas de su propia aplicación, porque cumplir sus reglas implica aceptar integrarse en un tipo de sociedad en la que se toma consciencia de que existen axiomas que o asumes o sigues siendo un animal.
Es lo que pudiera llamarse la consciencia del mandril. Un día tras varias lluvias de meteoritos el mundo involucionó, o no se sabe muy bien qué suerte de acontecimientos ocurrieron y el mono y la mona hicieron el amor encima de la máquina de café de un bar de Malasaña.
A partir de entonces ni biología les quedó. Sus familiares rogaban oración cada diez minutos.